Tambores de Guerra desde
la Costa del Sol |
Otra vez hay que apresar las aguas del Genal para regar el inmenso bosque de asfalto y hormigón que los planes de ordenación de la costa suponen existirá en esta franja de litoral malagueño en poco más de diez años. En los años 70 se van de nuestro Valle cerca de dos mil personas de un total de trece mil. La mayoría pasan a engrosar las listas de trabajadores que se incorporan, sobre todo, al mundo de la construcción, que creará en pocos años esa máquina voraz que es la Costa del Sol. En 1994, no llegan a doscientos los que emigran desde sus pueblos buscando una mejor vida. El cambio en las infraestructuras viarias que nos unen a la costa, la mejora en las condiciones de vida de los pueblos, así como el convencimiento de que el mundo rural puede albergar las mejores expectativas para vivir, son algunos de los factores fundamentales que han hecho posible este descenso de la emigración. De unos años a esta parte lo que para los habitantes del Valle era un lugar olvidado, una “terra incógnita” para las administraciones, se ha convertido en un paraíso por descubrir, una pequeña joya escondida que hay que proteger. En este tiempo se ha conseguido poner en valor todo lo relacionado con la vida en el medio rural, se han creado empleos nuevos, se han dignificado otros tradicionalmente olvidados, se ha transmitido al mundo urbano la idea de que es posible vivir en lo rural, en una comunión constante con el medio en que se habita, aprendiendo a conservar el inmenso legado de nuestros mayores. Pero ha sucedido también que para los intereses inmobiliarios, el Valle del Genal se ha convertido en una apetecible tercera línea de costa por donde expandir sin escrúpulos su imperio de cemento, a la vez que una enorme bañera “sin dueño” donde poder saciar la sed de ese monstruo de hormigón. Esta realidad enfrentada se torna dramática cuando pensamos que, en muchos casos, los intereses de los políticos que nos gobiernan (¿?) se alejan de lo que realmente le exige este verdadero “patrimonio universal”. La dejadez, la falta de planes de desarrollo urbanístico creados por y para los pueblos, el aferramiento al sillón consistorial durante décadas y la falta de concienciación y de escrúpulos a la hora de dinamitar lo heredado de antaño hacen que el panorama institucional se torne sombrío. Esta situación supone el caldo de cultivo perfecto para los planes que los técnicos de la Costa, posiblemente en connivencia con la Junta de Andalucía, han diseñado para nuestro Valle. El hecho de que ningún ayuntamiento del Valle haya levantado su voz contra esta renacida amenaza es tristemente significativo y nada esperanzador. Otra vez tendrán que ser los movimientos sociales los que fuercen a nuestros representantes políticos a actuar, si no quieren que la próxima paella del recién creado Consorcio del Bajo Genal se cocine bajo las aguas de nuestro río.
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